El soldado romano siempre iba equipado con una coraza. Esta pieza protegía el corazón y los órganos vitales del soldado romano.

Esta pieza de la armadura protegía sus órganos vitales en el fragor de la batalla, cuando no era lo suficientemente rápido para tomar su escudo. La coraza era para los avances rápidos e inesperados del enemigo.

Como creyentes, no tenemos ninguna justicia aparte de la que nos ha dado Cristo. Nuestra coraza es su justicia. Su justicia nunca fallará. 

Aunque no tengamos justicia propia, debemos, por Su poder, elegir hacer lo correcto. Vivir una vida correcta, arraigada en la Palabra de Dios es poderoso para proteger nuestro corazón, matar nuestra carne, y derrotar al enemigo.

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